Empezar a hacer antes de validar: el error más común en emprendedores y empresarios
Soy mentor de emprendedores y empresarios desde hace muchos años. He trabajado con proyectos de todo tipo, en sectores muy diversos y con perfiles muy distintos. Y por eso, con la experiencia ganada, me resulta cada vez más fácil identificar patrones. Ver qué se repite, qué falla y qué funciona.
Uno de los errores más comunes que observo en los procesos de emprendimiento es que muchos empiezan a hacer antes de validar. Es decir, se lanzan a construir una solución sin tener la mínima certeza de que realmente va a servir, que responde a un problema real y que existe un público dispuesto a pagar por ella.
Construir sin validar es como caminar con los ojos vendados, y hacerlo tiene varias consecuencias. Podrías tener suerte, pero lo más probable es que tropieces.
Y si tropiezas en el mundo del emprendimiento, eso se traduce en perder tiempo, dinero y energía. Además de sentirte frustrado o incluso pensar que la idea no valía la pena, cuando tal vez el problema no era la idea, sino el orden en que decidiste ejecutarla.
Me gusta explicarlo con una analogía. Imaginemos que un arquitecto comienza a construir una casa sin mostrar antes una maqueta o un plano a su cliente. Cuando termina la obra, el cliente le dice que no era eso lo que quería. ¿Qué pasa entonces? Todo el esfuerzo se desperdició. Hay que demoler, volver a empezar o resignarse a un mal resultado.
Con los productos o servicios pasa exactamente lo mismo. Si no los prototipamos haciendo una versión mínima viable para probarlos para validarlos antes de salir al mercado, estamos asumiendo un riesgo enorme.
Validar antes de hacer: factor clave en la gestación de un emprendimiento
Por eso, como mentor, insisto en que hay que validar antes de construir. Sin validación, no hay éxito posible. Al menos no un éxito sostenido, real, replicable.
En mi libro El zorro y la teoría del jumbo, propongo una forma de pensar y de actuar que ayuda a reducir ese riesgo. Entre los principios que desarrollo, dos aplican directamente a la necesidad de validación de la idea antes de empezar a ejecutar:
Trabajar en algo que va a servir: antes de construir nada, hay que asegurarse de que la solución responde a una necesidad concreta.
Trabajar sobre una solución validada: construir sin validación es como, he dicho antes, invertir a ciegas. En cambio, validar nos da datos, aprendizajes y previsibilidad.
Veamos mediante dos casos de emprendimiento, uno propio y otro de una persona a la que acompañé, la importancia de validar.
Cuando no validas: mi experiencia con Root4
Este es un caso que conozco muy de cerca. Root4 fue una plataforma digital que diseñamos con el objetivo de conectar empresas con causas sociales, para que pudieran redirigir sus presupuestos publicitarios a iniciativas de impacto positivo.
Creímos que teníamos una gran idea. Y tal vez la teníamos. El problema es que nunca nos detuvimos a validar si realmente era útil para los usuarios.
No hicimos entrevistas en profundidad. No testeamos un producto mínimo viable. No validamos con clientes reales. Asumimos —con entusiasmo y buenas intenciones— que sabíamos lo que hacía falta.
Diseñamos una plataforma costosa, compleja, y cuando la lanzamos… no funcionó. Los usuarios no la entendían. Las empresas no sabían cómo usarla. Y nosotros, que habíamos invertido muchísimo tiempo y esfuerzo, nos dimos cuenta de que habíamos construido una casa sin antes diseñar el plano.
Fue una gran lección. Y desde entonces, cada vez que acompaño a alguien en una mentoría, traigo este caso como ejemplo de lo que puede pasar al no validar antes de emprender.
Cuando validas: la emprendedora pastelera que cambió su proyecto profesional
En contraste, comparto un caso positivo. Acompañé a una emprendedora que quería abrir una pastelería. Ya estaba trabajando en esto en su tiempo libre. Tenía el deseo, la habilidad y muchas ganas de dejar su empleo formal para dedicarse exclusivamente a hornear.
Lo primero que hicimos fue validar su idea. No solo conversamos sobre la propuesta, sino que elaboramos un plan de negocio que nos permitiera analizar la viabilidad económica. Cuánto costaba producir, cuánto podría cobrar, cuánto necesitaba vender para sostener su estilo de vida.
Esa validación le dio certezas. Pudo decidir con mayor conciencia. Supo que no era simplemente una pasión, sino que era un negocio posible.
Y eso marcó la diferencia. En lugar de tirarse al agua con los ojos cerrados, se tiró sabiendo lo que podía suceder. Así, dejó su trabajo formal y se dedicó de lleno a desarrollar su nuevo negocio.
Como emprendedores o empresarios, tenemos una energía muy valiosa: las ganas de hacer. Pero esa energía necesita dirección. Validar antes de hacer no es frenar la acción, es asegurar que esa acción tenga sentido.
Si estás pensando en lanzar un nuevo producto, servicio o proyecto, detente un momento y pregúntate:
¿Estoy seguro de que este problema existe?
¿Conozco lo suficiente a quienes lo padecen?
¿Tengo evidencia de que mi solución les resulta útil?
¿Probé una versión mínima antes de construir el producto completo?
Responder estas preguntas puede ahorrarte muchos dolores de cabeza.
Evita errores comunes y avanza con mayor claridad
Validar no es solo una técnica. Es una forma de pensar, una mentalidad. Y, además, requiere de buenas prácticas. Por eso, en mis procesos de mentoría, no solo comparto herramientas o consejos. Acompaño a cada persona a desarrollar una mentalidad emprendedora sólida que le permita tomar mejores decisiones, evitar errores comunes y avanzar con mayor claridad.
No importa si estás empezando o si llevas años con tu negocio. Siempre es necesario validar lo que vas a hacer. Y si necesitas una guía, estoy aquí para eso.